Tuesday, March 13, 2007

Pájaros de tinta


En lo que se refiere a la escritura ( y hablo de escribir obras de ficción, no de hacer el blog), siempre he tenido muchas aspiraciones. Cuando se sueña con ser escritora, no se sueña ser una escritora mediocre. Empecé escribiendo en castellano porqué el catalán era una lengua minoritaria; era un idioma demasiado diminuto para mi ego. Hasta que me di cuenta que para ser una escritora mediocre podía ser-lo perfectamente ( y más fácilmente) en catalán. Hace años que emborrono y rompo, emborrono y rompo. Y me doy cuenta que jamás escribiré nada a la altura de mis aspiraciones, que continúan siendo elevadas. La idea que tengo sobre mi capacidad ha bajado a medida que he ido leyendo, pero la idea de allá hasta donde me gustaría llegar se ha conservado intacta. Pero yo nunca leí la Ilíada en griego. Si lo hiciese probablemente ni me atrevería a coger la pluma; en mi ignorancia de los clásicos, me atrevo. He leído, sí, pero no lo suficiente; he escrito, sí, pero no lo suficiente. Las aspiraciones están ahí, pero yo estoy a medio camino, y me da la impresión que siempre estaré a medio camino. A medio camino de escribir algo realmente bueno. A veces pienso que aunque no sea bueno es igual, que lo importante es acabar las cosas. Escribirlas igualmente, para aprender. Que ladrillo a ladrillo se construye el edificio, y que no se puede empezar la casa por el tejado. Y que no sé si ahora escribo mejor que antes, pero la ilusión de que efectivamente es así está ahí. Si supiese que continuando por este camino llegaría, continuaría sin dudarlo. Pero es algo que no ofrece garantías. Sé que se puede estar toda la vida haciendo este camino y no llegar a ninguna parte. Y me doy cuenta que, por más que camine, no llegaré nunca a ninguna parte, o como mínimo allí donde quiero llegar. Por eso me estoy planteando dejarlo, tirar la toalla y dedicar mis esfuerzos al mundo real. Pero sé que un escritor no lo deja porque piense que no es bueno. Tampoco lo deja porque alguien le haya dicho que no es bueno. Un escritor escribe, y disfruta del hecho de ir evolucionando, aunque se de cuenta de que el camino no va a llevarlo jamás a ninguna parte. Un escritor vive de la ilusión porqué escribir es su ilusión. Porqué sí, aunque nadie lo publique, aunque nadie lo lea, aunque no esté a la altura de sus propias aspiraciones. Un escritor escribe, y no se preocupa de pesar su propia incompetencia. He empezado este texto preparándolo para llegar a la conclusión que lo mejor era dejarlo, pero no puedo llegar a esta conclusión. Él sólo, el texto me abre caminos, razones, motivos de lucha. Es como oír música y que los pies empiecen a bailar. Si hasta mis propios textos se confabulan contra mi es que el mensaje está claro: fuera dudas, fuera miedos, he de escribir. Pero, pero... una persona razonable... con los pies en el suelo... que viva la realidad... Nada, a callar, que en silencio se escribe mejor. Yo quería llegar a la conclusión que debía dejarlo, de verdad que quería llegar a eso. Es lo más lógico, lo más razonable, lo que haría cualquiera que... ¿que qué? Que no fuese escritor. Ay, pasan los años y algo no cambia: continuo teniendo la cabeza llena de pájaros. De pájaros de tinta.


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