Recuerdo cuando me di cuenta que escribir me gustaba. Estábamos en primavera, y en la escuela nos habían encargado hacer un cuaderno de naturaleza, con observaciones del entorno natural de nuestra casa. Cada día, de buena mañana, miraba el huerto por la ventana y observaba "la naturaleza". Esta básicamente consistía en un cerezo en flor y unos cuantos pájaros. Fue observando ese cerezo y escribiendo lo que observaba que me di cuenta que aquello, observar y escribirlo, me atraía. Que se me abría un mundo. Aún tardaría unos años en empezar mi diario, y entonces aún no lo sabía (quizá lo presentía a medias), pero este gesto, yo escribiendo en una libreta ante el mundo que va mostrándose, se convertiría en muy importante para mi, en algo que me haría sentir bien.
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