Monday, May 15, 2006

Fabricio el bello


Durante estos días he ido avanzando en la lectura de La Cartuja de Parma, de Stendhal. He vivido la cuchillada a Giletti, he visto como Fabricio se buscaba en el espejo después de haber matado a un hombre (es presumido, ¡qué le vamos a hacer!) y le he visto rezar, pidiendo perdón por sus pecados (no todos) y dando las gracias por su suerte. También le he he visto corregir la ortografía de unos versos mientras huye de la autoridad. Como muy juiciosamente dice Ludovico "la ortografía no hace el talento". Durante todos estos episodios, me he enamorado un poco más de él. Es introspectivo y valiente. El episodio de Fausta, en cambio, más bien supone un descrédito. Hacer el tonto de esta forma creyendo que va en busca del amor...
La impetuosa Gina ha empezado a hacer pasos por él, pasos que la pierden y le pierden. Finalmente, le llevan preso. Lejos de que esto se convierta en fuente de infelicidad, de alguna forma el amor que buscaba lo viene a buscar: reencuentra la bella Clelia Conti, ahora hija de su carcelero. Que Clelia es un personaje importante, lo vemos por el capítulo entero que dedica Stendhal a explicarnos lo que piensa, uno de los más interesantes del libro hasta ahora, a pesar del nivel. Si Gina seduce por sus arrebatos, Clelia lo hace por su candor. Gina por fin ha reconocido ante si misma que quiere a Fabricio de un modo diferente a como se quiere a un sobrino. Y Clelia piensa que si Fabricio es tan bello en medio de guardias malcarados, como no será bello cuando sea feliz... Nosotros, que no vemos su aspecto, también lo encontramos bello, o sea que tienen razón de estar por él. Gina, Fabricio y Clelia. El triangulo está servido.