Este Joseph Brodsky me está dejando de piedra. Escribe un libro donde no pasa nada ni hay nadie. Pero crea un personaje mucho más poderoso que cualquier persona de carne y hueso: Venecia. Está creando el personaje de la ciudad, con sus canales y puentes, cúpulas, cornisas y palazzos. Incluso con su niebla. Y eso lo hace escribiendo a partir de si mismo, sin ninguna otra anécdota que su recuerdo de la ciudad y sin otro bagaje que su capacidad para engarzar palabras, como quien engarza perlas en un collar.