Monday, February 27, 2006

"Las hermanas Beauvoir"

Estoy leyendo este libro de Claudine Monteil. Es muy ágil y ameno, no hay reflexiones, explica los hechos y ya, va al grano. A mi lo que me interesa, la razón por la que lo leo, es para saber más sobre la relación que unía a Simone de Beauvoir con Jean Paul Sartre. Pero, además, explica la vida de Hêlene, la hermana pequeña de Simone, que era pintora. Eso no resta interés al libro, como temí en un primer momento. Sospecho que la autora era más amiga de Hêlene que de Simone.
Ahora está a punto de estallar la Guerra. Simone aún no ha publicado.
Acostumbrada a las largas reflexiones de Simone de Beauvoir a "Memorias de una joven formal", este libro, hablando de lo mismo, parece volar con una inusitada ligereza. Y dice más la verdad. Al menos me he enterado de cosas que en el otro no quedaban claras. Quiero leer más cosas de Simone de Beauvoir, y cosas de Sartre, pero poquito a poco.

Historia en mayúsculas

No sé que tiene este libro, que no puede dejarse. Tiene algo, una ligadura secreta, algo que no te deja parar. Estoy enfrascada leyéndolo. Si he hecho un alto ha sido sólo porque he llegado a una página un poco espesa sobre la historia de Francia. Espero con impaciencia que continúe explicando su vida. Pero puestos a oír hablar de La Historia, así, en mayúsculas, quien mejor que Chateaubriand para ello, él que lo vivió.

Sunday, February 26, 2006

Paseando


Acabo de leer "El paseo" de Robert Walser. Tristeza y alegría de vivir se conjugan a partes iguales en esta obra que raya el absurdo, pero que no podría ser más auténtica. Walser tiene un gran dominio del lenguaje que le permite la más fina de todas las ironías. Es divertido. Y a la vez serio. En el simple acto de pasear se resume toda una vida. Recuerdo otros paseos, de Peter Handke, a "La tarde de un escritor", o de Calvino a "La nube de smog". El paseo siempre ha sido excusa para hacer buena literatura. Entran ganas de salir a caminar, a vivir. A relacionarse con la vida y el mundo. Y, a la vez, de no dejar de leer.

Sobre Cesare Pavese


El próximo libro que he decidido leer es "El bell estiu", de Cesare Pavese. He escogido este libro porque hace poco leí "El diable als turons", del mismo autor, y me gustó mucho. También leí su diario. Cesare Pavese se suicidó. Algo que me impresionó de su diario es que había leído a Shakespeare a fondo. Un amor no correspondido le llevó a una gran amargura – se nota en su cuaderno- y se acabó matando. El sufrimiento que le causó este amor no correspondido, el dolor, es palpable, patente, en su diario y se transmite al lector. Hace sufrir. Cualquiera que haya sufrido por amor no puede dejar de sentirse conmovido.
Mientras leía "El diable als turons" escribí lo siguiente en mi propio diario:
He leído un capítulo de "El diable al turons" y me cautiva la sencillez y la profundidad de este libro.
Vaya vaya con Pavese. De repente, una novela donde no pasaba nada no la puedes dejar... Así, como por arte de magia.
Entonces he leído un trozo de "El diable als turons" y empiezo a ver por donde va la cosa: comienzo a ver que este diablo al que hace referencia el título es una mujer...
"la mujer es el diablo", dijo alguien.
La Gabriela. No tiene la culpa. No es que ella como mujer sea "el diablo", es lo que el hombre quiere de ella lo que la hace ser el diablo, lo que el protagonista quiere de ella. Sólo ve su falda, no sus ojos. Sólo la desea.
Pavese conocía a las personas, a pesar de sus prejuicios.
Esta novela me permite hacer algo que como chica siempre había querido hacer y nunca había podido: espiar una conversación entre chicos solos. De todo modos, no veo que hablen de nada esencialmente diferente de lo que podrían hablar mujeres solas. Supongo que más burra yo de pensarlo.
Hasta aquí.
Y es con este estado de ánimo, pensando en su muerte, con el que me dispongo a empezar este libro.

¿Qué pasa con "Guerra y Paz"?

Qué pasa con "Guerra y Paz"? Pues que no puedo acabarla. La he empezado tres veces, siempre me digo: esta vez la acabo. Pero es en vano. ¡Y pensar que leí "Ana Karenina" de un tirón! Esta es más gorda aún. "La madre de todas las novelas", dice de ella Sergio Pitol. Dice que hay 559 personajes, y no hace falta que lo jure, porque la primera vez la deje precisamente porque confundía unos personajes con los otros y me hacía un lío. La segunda vez la dejé al llegar a la parte de la Guerra. La Paz era muy interesante, pero la Guerra... Al menos aprendí a distinguir a los personajes. La tercera vez la dejé simplemente porque ya sabía qué pasaría, en el trozo ya leído, y no era interesante. Soy un caso. ¡Y pensar que Rilke tomaba apuntes sobre los personajes mientras la leía! ¿Qué clase de apuntes debía tomar? Mi delicada mente femenina no se hace cargo. En fin. No sé si lo volveré a intentar. Supongo que sí, porque soy muy tozuda, y esta novela ha de haberse leído. También, todo tiene que decirse, cometí el error de leer el índice de personajes del final, para saber quien era quien (ya he dicho que me hacía un lío). El caso es que allí dice con quien se casará cada cual, y esto me ha estropeado la intriga. Si ya lo sé, ¿para qué continuar leyendo? Pero prometo que la leeré, algún día...

Rosamunde Pilcher


Querría hablar a favor de esta escritora, que tiene dos libros realmente buenos. Los otros no valen tanto la pena, pero "El regreso" y "Los buscadores de conchas" son muy interesantes. Era una señora mayor que escribía, y esto no puede ser obviado. Son unas novelas escritas por alguien con mentalidad de señora mayor. La Guerra la marcó, y eso se nota. No hay nada de moderno ni de demasiado atrevido, pero así y todo son dos novelas que me gustaron mucho. Sobretodo me gustan los hombres que salen en ellas, en preferencia escoceses y pintores. "El regreso" narra la peripecia de una chica que tiene los padres lejos. Conoce una familia rica que se convertirá en su propia familia. "Los buscadores de conchas" es la historia de una señora mayor que tiene tres hijos que dice haber educado igual pero sólo una de entre los tres la quiere. También se centra en las peripecias de esta hija y las del jardinero de la señora mayor (escocés). Me gustaron mucho las dos, pero especialmente "El regreso", que creo que contiene escenas muy emotivas, escenas que después he releído. Me supo muy mal acabarla. "Los buscadores de conchas" quizá no contiene una carga de emoción tan profunda, pero tiene mucha calidad y se lee con mucho interés. He intentado leer más cosas de esta escritora (tiene media docena de libros, quizá más) pero he tenido que parar porque simplemente no me han interesado. No tienen el nivel de calidad de las novelas que he mencionado, a pesar que los tics (como comer chuletas de cordero) se conserven y a primera vista puedan parecer lo mismo. Me sabe mal decirlo, pero no son lo mismo.

Fin de "La invención de la soledad"


He acabado este libro. Es el segundo que acabo desde que empecé a escribir el blog. Me ha gustado mucho. Está muy bien escrito. Tiene dos partes bien diferenciadas: "Retrato de un hombre invisible" y "El libro de la Memoria". Diferenciadas pero interrelacionadas. Las reflexiones que hace Paul Auster sobre la soledad, sobre la memoria... me han emocionado. Si es posible expresarlo de algún modo, es este. El autor intenta desentrañar la verdad que se encuentra tras la complejidad de las cosas de la vida. Escritores que ha leído, gente que ha conocido... Todo rayano a la magia, a lo sobrenatural, pero sin dejar de ser lógico y posible. Es la magia que tiene escribir sobre la existencia.

Fin de "Fouché, el genio tenebroso"

He acabado este libro. Es el primer libro que acabo des que comencé a escribir el blog. La lectura de los últimos capítulos ha sido apasionante. Ha acabado rico, sí, pero desterrado y sin poder. ¿Un gran estadista? Yo diría que simplemente un político, y Zweig también lo dice. Es el que clava la última puñalada a Napoleón. El que propicia el retorno de Luís XVIII. Pero no puede conservar el poder, cosa que, imagino, debió hacerlo muy infeliz. Finalmente, los hechos de Lión le pasan factura. Y es que no se puede cambiar de bando tantas veces. Muerta su esposa, se casa con una arribista que le engaña. Parece que en los últimos tiempos nada le sale bien. ¿Se lo merece? Me ha sabido un poco mal. Pero eso es mérito exclusivo del autor. Escogí el libro porque era de Stefan Zweig, no sabía nada del personaje. Pero me alegro de haberlo conocido. Un político con destellos de gran estadista. Pero sólo destellos.
Este libro nos lleva a una interesante reflexión sobre el poder y el efecto que causa sobre las personas. Me ha gustado mucho.

Un apunte


Leyendo "Fouché, el genio tenebroso" aparece un personaje histórico que se llama Talleyrand. El nombre me sonaba, hasta que he recordado de qué: Talleyrand es un personaje de "El Ocho" de Katherine Neville, una novela bastante mala que leí hace tiempo. Si lo recuerdo es porque en la novela el tal Talleyrand se veía involucrado en una escena de lujuria con la protagonista muy interesante. De hecho, es una de las mejores partes de libro, por otra parte un conjunto de incoherencias sin parangón, como no había leído nunca. Eso, la lujuria, ya cuadra con lo que Zweig dice de él. ( Y lo que Chateubriand dice: "el vicio". Supongo que ya llegaré en su libro a esta parte.) Lo que no me cuadra es que a "El Ocho" Talleyrand se casaba, y Zweig dice que era Monseñor ( y esto no es Inglaterra). Esto no me cuadra. Soy yo que me equivoco y no recuerdo bien el nombre? En la novela, una fantasía sobre un juego de ajedrez, Talleyrand era un alfil; en el libro de Zweig me parece más importante que eso. Es caso es que no puedo comprobarlo, porque como "El Ocho" era tan mala la di a beneficencia, y ahora no tengo el libro a mano... ¿Estamos hablando del mismo Talleyrand?

Comentario y dudas


Esta entrevista me ha gustado mucho. Es algo diferente de lo que se ve en los periódicos normalmente. Quizá también porque el entrevistado es alguien de bastante nivel. También está a la altura el periodista, haciendo preguntas con jugo, y al menos parece haber leído y conocer al obra de la persona a la que entrevista, algo que está muy bien. Quiero decir que tiene algo más que un conocimiento superficial.
Me ha gustado lo que Zagajewski dice del don, y de esta voz que dicta. La inspiración, en una palabra. Y el miedo a perderla. Me viene a la cabeza el caso de Bob Dylan. Él reconocía haber perdido la magia que inspiró sus primeras canciones, su cualidad literaria. Reconocía haberlo tenido y haberlo perdido. Como si la musa le hubiese dado la espalda... Zagajewski no dice que le haya dado la espalda, peor habla de que a veces su musa no ha estado al nivel que podía dar. Es curioso eso, que se pueda ser tan objetivo sobre la propia obra.
Este ser crítico consigo mismo está muy bien, y se me ocurre que me he propuesto leer y hablar de unos autores (los de la lista y otros) que parecen muy buenos y no sé si estaré a la altura. He leído un poco y puedo donar mi opinión sobre un libro, pero tengo miedo de haberme metido en algo que sobrepasa mi capacidad. Una cosa es comentar "Los pilares de la Tierra" y otra muy diferente dar un opinión fundamentada sobre cualquiera de los autores que me dispongo a leer. Sin estudios de literatura, sin conocimientos realmente profundos de nada, ¿cómo me atrevo? Más aún, me da miedo no entender estos libros, o que no me gusten. No estar capacitada para disfrutarlos. Como decía el autor del artículo, yo no soy de clase alta. Es más, si leo estos libros y no me dicen nada, ¿estoy preparada para admitirlo? ¿O sabiendo que son buenos mi orgullo no me lo permitirá? Helo aquí.

Monday, February 06, 2006

Entrevista a Zagajewsky

He encontrado esta entrevista a Adam Zagajewsky, uno de los autores de la lista:
"La poesía ha de conjugar ironía y éxtasis"
JACINTO ANTÓN - Barcelona
EL PAÍS - Cultura - 19-11-2005
Adam Zagajewski, de visita en Barcelona de la mano de su editor Jaume Vallcorba, que le ha publicado poemarios como Tierra del fuego y Deseo (El Acantilado), es un hombre de aspecto tan parco que parece difuminado en el entorno. Su rotunda inexpresividad se contradice con una mirada inquisitiva, y con el humor y la emoción que anidan en sus palabras.
Pregunta. Conocer a un poeta tiene algo de especialmente turbador. Es alguien con quien se han compartido momentos muy intensos, aunque él no lo sepa...
Respuesta. Entiendo lo que dice. Tengo la misma impresión con los poetas que leo. El problema es que el autor no conoce la vida interior del lector, la situación no es simétrica, por desgracia.
P. Usted relaciona muy bellamente la inspiración poética con un despertarse del dormir que sería la cotidianeidad. El poeta pasa de un estado a otro.
R. Así veo mi vida interior. Una vida entre la indolencia, el olvido de las cosas mayores, y el despertar. La fenomenología de ese tránsito es muy interesante, y muy personal.
P. ¿Experimenta el poeta el miedo a perder su voz?
R. No puedo hablar por todos, pero por lo que sé ese miedo existe y es general. Ese momento de inspiración, de apertura, es como un don y por tanto puede ser retirado. Yo conozco ese miedo. Pienso en el destino de Sibelius, que pasó sus últimos 30 años sin inspiración, destruyendo toda la música que componía.
P. Está también Valéry.
R. Sí. La célebre noche de Génova, el 4 de octubre de 1892. Como todos los poetas jóvenes era romántico, con grandes ideas. Y tuvo una crisis, una iluminación negativa. Reconoció que el fuego se había apagado. Esa noche tormentosa se dijo que no había nada especial, sólo la técnica, el método. Se mantuvo fiel a esa noche hasta el final de su vida, a la idea de que la inspiración no existía.
P. ¿De dónde viene el don?
R. Ésa es la gran pregunta. Seguramente sólo se puede responder en los grandes momentos. Cuando puedo escribir, en los momentos de lucidez, pienso siempre que recibo algo. Un sentimiento casi religioso. En el momento de más grande actividad poética estoy pasivo. Hay algo de dictado. Ocurre raramente, pero es la ocasión soñada por el poeta.
P. ¿Y no se puede equivocar?
R. Sí. El dogma de infalibilidad no existe en los poetas. Yo me he equivocado muchas veces. Pensaba que eran grandes poemas y no lo eran. Eso que me fue dictado no era bueno. Era un diablo quien me lo daba o un Dios que no estaba a la altura de su capacidad.
P. ¿Ha renegado alguna vez del don?
R. Raramente. Pero algunas veces complica la vida personal. Hay momentos en que no estoy disponible para los que amo. El poema es para los demás pero el momento en que lo escribes no. Es solitario. Y eso es difícil de entender para la pareja.
P. En ese hermosísimo libro que es La belleza ajena (Pre-textos, 2003) recuerda usted sus orígenes como poeta y los relaciona con la ciudad de Cracovia.
R. No puedo establecer una relación absoluta de ello con la ciudad, porque hubo una prehistoria. Crecí en una ciudad gris de Silesia, no muy bonita, pero tuve ese momento de despertar ya allí. Entonces no sabía qué era. Pero sí, Cracovia es muy importante para mí. Tiene esa forma medieval con un centro renacentista que me ayuda a organizar mi vida mental. En cambio, me pierdo en las ciudades de Estados Unidos. No tienen centro, son amorfas; no se puede establecer una correspondencia entre la vida interior y la ciudad. En Cracovia, sí.
P. Y está la misteriosa piedra engastada en el castillo del Wawel.
R. Supe de esa piedra mítica muy tarde. Me chocó. Es una bella metáfora. Igual que existe la poesía en el mundo está ese objeto especial, escondido, que dicen irradia energía. La gente no sabe en qué muro se encuentra, aunque hay cierto consenso. El director del área patrimonial del castillo ha prohibido acercarse a ese punto, pese a ser un racionalista.
P. ¿Le gustaba a usted de joven pasear por el desolado barrio judío de Cracovia, el Kazimierz?
R. Era como un desierto. No sé por qué, desde la infancia o la pubertad soy muy sensible al Holocausto. De niño paseaba con mi abuelo por un parque de Lvov y había unas barracas que, me dijeron, habían sido una filial de Auschwitz. Era un lugar muy oscuro y yo sentía que tocaba algo muy terrible. El recuerdo del gran mal que estaba presente en la ciudad de mi infancia casi me paraliza. Y tenía una abuela antisemita a la que detestaba. En el Kazimierz sólo vivían vagabundos, alcohólicos y prostitutas. Una especie de maldición había caído sobre aquel sitio. Empecé mi vida de disidente en ese barrio. Ahora se bebe mucha cerveza allí, se ha creado una vida artificial, simpática, pero sigue siendo inquietante.
P. Cracovia está tan cerca de Auschwitz...
R. Hay un autobús Wieliczka-Auschwitz, ¿puede creerlo?, una línea que une los dos grandes destinos turísticos. La mina de sal y el campo de exterminio. Es insólito.
P. Usted ha hecho poesía después de Auschwitz.
R. Nunca he creído ese dictamen de Adorno que, sin embargo, no dijo exactamente que no se pudiera hacer poesía después de Auschwitz sino que hay un cambio después. Claro que hay que escribir poemas después de Auschwitz, pero sin olvidar Auschwitz. Tras Auschwitz somos distintos.
P. En En defensa del fervor (El Acantilado, 2005) dice usted que la poesía ha de dar forma a la vida interior pero tiene también que velar por la historia.
R. Lo veo como una unidad. Los momentos de lucidez de que hablábamos son históricos, pero se viven en la cotidianeidad, en la vida normal, con un ojo abierto a la historia. El poeta es alguien que es consciente de la historia y cuando parte para el viaje de la inspiración uno lleva las maletas, también las malas, de la historia. Y así, sus experiencias luminosas son coloreadas por el negro.
P. Ha escrito que la poesía tiene ciertas limitaciones. No puede por ejemplo describir el mal como las novelas de Dostoievski.
R. Eso creo. Hay una cierta negatividad humana difícilmente objetivable en la poesía. Pero le quedan muchos dominios. Tiene una ventaja sobre la prosa: es una voz que habla directamente al lector.
P. Pero la poesía depende completamente del receptor.
R. Absolutamente. Eso es cierto en modo variable en cualquier arte. Pero leer poesía tiene una dificultad: a veces no puedes corresponder. Leerla requiere mucha energía. El lector de poesía también es un poeta, un poeta que ha decidido no explicarse. Por eso la poesía no tiene grandes tiradas: En cada generación hay sólo un grupo de gente que puede responder a la poesía. Hay que estar despierto para ser despertado.
P. Usted defiende lo sublime pero teme la grandilocuencia.
R. Soy muy consciente de los peligros del patetismo, algo que detesto. Soy partidario de un concepto de lo sublime en el que la ironía no está ausente. Es un sublime que ha sobrevivido a Auschwitz, un sublime mutilado. Se vive entre esos extremos, la ironía y el éxtasis. La poesía debe reflejar esa dicotomía.
P. Es usted la única persona que conozco capaz de apreciar a Cioran y a Wojtyla, que por cierto era amigo de su tío agnóstico.
R. Corresponde a ese viaje entre la duda y lo sublime. Adoro a Cioran aunque no estoy de acuerdo para nada con él. Me dice cómo ser honesto, cómo controlar lo patético.
P. ¿Se sentía en EE UU como Ovidio en Tomis?
R. No, no. En los campus hay mucha vida intelectual. Los clásicos están más vivos ahí que en Europa. Y las bibliotecas son las mejores del mundo.
P. Tiene usted una sensibilidad especial hacia los pájaros, no por el vuelo como Shelley, sino por el canto.
R. Siento que su canto tiene una correspondencia con los poetas. Los pájaros son los poetas antes de la inteligencia. Me gustan especialmente los mirlos. Su canto es una alabanza del mundo. Desgraciadamente, son pocos los que escuchan a los pájaros.


Sunday, February 05, 2006

Elinor y Marianne

Finalmente Marianne se ha encontrado con Willoughby (Es una de las partes más emocionantes del libro, cuesta dejar de leer.) Willoughby ha pasado de ella. Marianne se hunde, y lo expresa. Llegados a este punto del libro, no podemos dejar de comparar el comportamiento de Elinor (que según su hermana no comunica nada (sic)) y el de Marianne, mucho más expresivo. Elinor parece casi inhumana, en su contención. Pero dentro de su sufrimiento, encuentra la manera de "ver" a los demás. Marianne, en cambio, tiene un comportamiento egoísta, le parece que sólo es ella la que sufre y ya no ve nada más. ¿Hasta qué punto la culpa es de Elinor por no expresarse? La situación está construida con tanta ambigüedad que no puede juzgar duramente a ninguna de las dos hermanas, a pesar que son el contrario la una de la otra. ¿Cuál es la mejor? ¿Cuán seríamos nosotros? ¿ O cuál querríamos ser? ¿A favor de quien estaba la autora? Parece que de Elinor, en principio, pero realmente yo no lo tengo tan claro. Hay margen suficiente en el libro para leerlo poniéndose a favor de las dos hermanas alternativamente, pero es difícil, porque si estás a favor de una te exaspera la otra. La contención de Elinor es muy loable, pero al fin y al cabo Marianne es de carne y hueso.

Perdiendo contra Napoleón

Ha pasado. Finalmente Fouché se ha enfrentado a Napoleón, y ha salido trasquilado. No diré que era de prever, porque de echo yo no lo preveía, que pasaría esto. No me imaginaba que este hombre (Fouché) fuese tan atrevido como para hacer cosas a la espalda del Emperador. En principio parece que eso no va con su carácter, siempre de acuerdo con quien tiene el poder. Pero parece que el ansia de ser él quien detente este poder le ha perdido. Ha estrechado demasiado el hilo. ¿Era un gran estadista o simplemente alguien con muchas ganas de entretejer los hilos? ¿Lo hace por el bien de Francia o por su propio afán? Si no tuviese tan asentada la mala opinión que tengo de él, casi diría que lo hace por el bien de Francia. En este caso, sería un gran estadista. Pero conceder que Fouché era un gran hombre, incluso un gran político, es más de lo que mi mala opinión de él puede concebir. Ahora hace una cosa buena, sí. Pero Zweig deja claro que lo hace por su afán personal, y en ningún lugar dice que piense en el bien de su país. Y si Zweig, a quien el personaje fascinó lo suficiente como para hacer un libro sobre él, no lo piensa, ¿quién soy yo para pensarlo?

El don

Dentro de "La invención de la soledad" estoy leyendo esta segunda parte: "El libro de la Memoria". Estoy impresionada. No habla de nada en concreto, y habla de todo. Pone su erudición sobre las lecturas que ha hecho, que son considerables, al servicio del contenido y su talento como narrador de historias al servicio de, podríamos decir, la "trama". No pasa nada y pasa todo. Es realmente el tipo de obra que me gusta: alguien que habla de libros y cuenta historias personales, "batallitas", relacionadas con la lectura o no, pero siempre con la vida. Paul Auster tiene el don.

Poetas rusos

En "El libro de la Memoria", Libro Tercero, Paul Auster menciona Mandelstam, uno de los autores de la lista. También menciona a Marina Tsvetáieva, de la que encontramos los poemas en la misma antología que Anna Ajmátova, "El canto y la ceniza" (Ajmátova es otra de los autores de la lista) O sea que Tsvetáieva es un nombre a recordar, que se añade a los ya citados.
En relación a Mandelstam, he descubierto que aparece mencionado en un libro que leí antes de llevar el blog: Ricardo Piglia habla de él a "El último lector".
Ossip Mansdelstam fue deportado a un campo de concentración bajo el régimen de uno de los dictadores rusos. Se le recuerda calentándose ante una hoguera, en Siberia, en medio de la nada, rodeado de un grupo de prisioneros como él a los que habla de Virgilio. Recuerda su lectura de Virgilio, y esta es la última imagen que tenemos de él.
Marina Tsvetáieva se colgó el año 1941.